TEXTO PARA LAS XXX JORNADAS ESTATALES AEN/XXVII JORNADAS AMSM: “Seguir con el futuro”. MADRID 6, 7 Y 8 JUNIO DE 2024.
MESA REDONDA: INFANCIAS 4.0: “¿Qué hacemos con las pantallas?”
Moderación: Irene García Hoyos (Psiquiatra infantojuvenil y miembro de la junta de la AMSM). Componentes de la mesa: Eugenia Caretti (psiquiatra infantojuvenil en CSM Villa de Vallecas. Miembro de la junta de la AMSM), María Díaz Durillo y Leticia Casarrubios (Proyecto Kieu, que promueve el desarrollo local de la La Sagra -Toledo- a través de 12 Espacios Jóvenes en los que se realizan actividades fuera de la escuela con jóvenes de entre 12 y 26 años) y Albertina Galiano.

TEXTO “Pantallas en las que se haga pie”

Albertina Galiano (Psicóloga y orientadora en la red de orientación de la Comunidad de Madrid. Miembro fundadora del Fórum Infancias Madrid, agrupación de profesionales del sector clínico, educativo y social interesados en presentar y difundir una mirada respetuosa con la infancia, la adolescencia y sus familias)

En este foro en el que me encuentro, rodeada de profesionales del ámbito de la Salud Mental, me gustaría hablar de las pantallas desde mi experiencia en la escuela como orientadora, donde me inicié con la LOGSE, empeñada en acercar una mirada psicoanalítica a las aulas.

El tema me ha hecho oscilar de un lugar a otro, y ha despertado en mí sentimientos encontrados.

Si hablamos de aprendizaje, sabemos que las primeras experiencias vinculares del niño y de la niña y los primeros recortes de la realidad que los adultos cuidadores le ofrecen son fundamentales para el inicio de dicho proceso; cómo se le calma, qué alternativas se le dan para atenderle en la distancia y para ayudarle a aceptar la demora: las canciones, las palabras, los juguetes… Estas ofertas le permiten ir buscando fuera del propio cuerpo, e ir aceptando la separación y la espera, desarrollando la escucha, la mirada a lo de fuera y la curiosidad, necesarias para su maduración. Las primeras relaciones y las vivencias tempranas que le acompañan irán tejiendo una red en la que se desenvolverá en su encuentro con el mundo y el conocimiento. Estas vivencias tempranas requieren de la presencia de un otro.

En el momento actual lo que percibimos en el escenario escolar con frecuencia son padres y madres “multitarea”; en el mejor de los casos trabajan ambos, cuando se trata de familias biparentales, o bien encontramos muchas otras con un único adulto, con custodias compartidas, etc. La disponibilidad horaria de los progenitores es escasa, y falta familia extensa que les ayude en el cuidado de los hijos/as, en muchas ocasiones. Las actividades extraescolares y el móvil colaboran con la televisión en la tarea de “echar una mano” a esos padres y madres ocupados.

En el caso de las familias migrantes a las dificultades económicas, el paro, empleos precarios, desconocimiento del idioma y vulnerabilidad emocional en procesos de desarraigo importantes, se añaden soluciones habitacionales en pisos compartidos con una gran limitación del espacio físico. Es muy difícil gestionar el cuidado de los menores cuando las situaciones contextuales son adversas.

Se reduce el entorno de seguridad en el que el pequeño se puede mover de forma autónoma, porque la calle es peligrosa, y la tecnología abre una puerta hacia un horizonte en teoría “más controlable”. El parque hoy en día es casi una actividad extraescolar, un artículo de lujo. Y en este panorama de pasar más tiempo en casa que en la calle, que además parece haberse incrementado con la pandemia, los juegos tecnológicos “dan más por menos”: dan más entretenimiento y más autonomía respecto de los padres, de forma rápida y limpia, y ocupando menos sitio.

El móvil sustituye al juguete, porque en él caben todos los juguetes. Pero asusta su poder: el poder de sumergir al niño y la niña en un mar de estímulos y hacer que le crezcan aletas y se convierta en un pez arrastrado por la corriente. El juguete debe permitirle ser dueño de la escena; con el móvil no está claro quién manda. La televisión en una época, y las video-pantallas portátiles en la actual atrapan al menor y le restan la libertad de elegir cuándo parar. Como dice José Ramón Ubieto y colaboradores en el libro Del padre al Ipad (NED Ediciones, 2019), a veces la satisfacción no está tanto en los contenidos que encuentran en el móvil, sino en la actividad misma de manipulación (El “touch”). En el estar a todo, en la multitarea: que no queden huecos temporales.

Parece que hay acuerdo en que las pantallas a edades tempranas, si sustituyen la comunicación y la presencia del adulto, suponen una limitación en la oferta simbólica y vivencial del niño, y son un riesgo importante; en que el juguete tecnológico, por muy pedagógico que sea, si no suma en posibilidades de elaboración y creación, no mejora al material tangible y manipulable cuando hablamos de los primeros años de vida; y que si se ofrecen juegos que no son acordes con la edad de los menores, se les expone a contenidos que les saturan, les exceden, y sin duda les perjudican: Fornite, Tik-tok…

Cuando mantenemos entrevistas con los progenitores en el colegio, todos parecen de acuerdo en esto; y sin embargo es una constante que nos hablen de la dificultad para encontrar alternativas o salir de la encrucijada en que se encuentran.

La pantalla sirve para mantener a los hijos en la mesa mientras se come, quizá cuando el objetivo primordial es la alimentación; sirve para llevarles a la cama, cuando lo que urge es el descanso; sirve para pasearles en el carrito, o viajar en autobús, o esperar en la consulta del médico, porque es posible que ver a un pequeño llorar pueda ser malinterpretado por los demás adultos en una época en que no se tolera bien la falla en el otro… Con frecuencia en ese tiempo de espera, mientras el hijo mira el móvil, el padre o madre también lo hacen. ¿Prima el bienestar del niño, o es que hay poca disponibilidad para la presencia y la comunicación? ¿O es que las familias están, citando otra vez a Ubieto, más “centradas en la satisfacción solitaria, del Uno solo acompañado de sus objetos…”?.

En el centro escolar los maestros y maestras de mayor edad suelen señalar con vehemencia cómo ha disminuido la atención, escucha y capacidad de espera del alumnado en el aula: “¡Quieren hablar todos a la vez, no saben escuchar…!”, exclaman, profundamente preocupados.

La tecnología en la escuela

Los currículums rígidos e inflados ya desde la etapa de infantil también restan tiempo a temas importantes de comunicación en el escenario escolar.

El trabajo de lo emocional al estilo de Mª Carmen Díaz Navarro, que nos cuenta en su libro “El piso de abajo de la escuela” (Editorial Grao, 2002) y otros, está decayendo: el nacimiento de un hermano, el fallecimiento de un abuelo, la separación de unos padres, la caída de un diente, o simplemente hablar de lo que sucede en el día a día parecen temas que “ahora no tocan”. Esto probablemente también tiene que ver con el cambio en el lugar del docente en relación a las figuras parentales: se produce una marcha atrás en la autonomía y creatividad del profesional, que para evitar posibles susceptibilidades familiares, prefiere no abordar determinados temas que pueden considerarse propios de la vida del hogar, y mantenerlos alejados con el objeto de no inmiscuirse en su privacidad.

Por otro lado ante las exigencias administrativas de ceñirse a programas rígidos y atender a un alumnado cada vez más diverso, la estrategia del enseñante tiende a ser la de recurrir al “comodín” del libro de texto y de la tecnología, mostrándose preocupados por el tiempo que las actividades complementarias (excursiones, celebraciones, etc.), van a restar al trabajo estrictamente curricular.

Se echa de menos oferta formativa para el profesorado, suficiente y variada, acerca de la manera en que despertar la curiosidad en las aulas (y de cómo competir con las pantallas); de la forma de vincular con el alumnado, o bien grupos de reflexión sobre su práctica profesional como aquellos de los que nos habla Anny Cordié en su libro “Malestar en el Docente (Ed. Nueva Visión, 1998)”.

Decimos que el aprendizaje debe partir del deseo y la curiosidad del aprendiz, pero también del deseo del enseñante como mediador entre este niño y los contenidos que se transmiten en la escuela, a través de un vínculo fundamental que hay que cuidar. Y otra vez nos encontramos con una diversidad de situaciones: valiosos profesores que despiertan pasión y muchos otros a los que, por unas u otras razones, les cuesta encontrarla.

Recientemente he tenido ocasión de hablar del tema con una profesional que utiliza una metodología de apoyo en la tecnología en un aula de último curso de primaria. La ilusión que transmite al comentar la forma en que intenta hacer llegar los contenidos de enseñanza a sus alumnos me emociona: me invita a entrar en una de sus clases. Comenta convencida que no podría trabajar una asignatura como Inglés o Ciencias si no fuese con apoyo tecnológico y audiovisual: ¿Es que va a ser lo mismo enseñar un fenómeno de la Naturaleza en una lámina que a través de una viva imagen o video en el ordenador? Ella se muestra volcada en esta forma de enseñar, y dice que utiliza a un 50% el ordenador y el cuaderno. Que fomenta la autonomía en el aprendiz, el trabajo en grupos pequeños y la participación en general. El alumno adquiere protagonismo y se autoevalúa. Le permite poner en marcha proyectos de trabajo, y búsquedas de información. Ella comenta que los alumnos, en una disposición semicircular, están atentos; muy activos y atentos.

Le pregunto por la atención a la diversidad, y me explica que el ordenador es un recurso también para aquellos chavales que tiene otros ritmos de trabajo, y que es un importante aliado del docente. Veo convencimiento en sus ojos y llego a la conclusión de que el profesor que se muestra apasionado con su trabajo transmite mejor los conocimientos, y despierta en mayor medida la curiosidad del aprendiz. Por lo tanto, seguramente cuanta más riqueza y estrategias pedagógicas se pongan en marcha, mejor será, sea cual sea la metodología que se utilice.

La tecnología es fundamental en el aula también para chicos con diversidad funcional de tipo motor o sensorial, con discapacidad visual, con ausencia de lenguaje (tableros de comunicación) y dificultades en la manipulación, o bien aquellos otros con altas capacidades intelectuales.

Ciertamente, el escenario escolar a veces resulta anacrónico, y sigue adoleciendo del exceso de unidireccionalidad en la enseñanza, de un sistema basado en la exposición del docente, en el libro de texto y en los exámenes, cuyo peso desvirtúa la evaluación continua y procesual.

Pero, si bien es verdad que las pizarras digitales, tablets y aplicaciones informáticas en general han llegado a las escuelas para hacer más fácil la exposición de algunos contenidos audio-visuales, no hay que olvidar que lo tecnológico en el aula, cuando no se trata de una herramienta de trabajo, sino de un sustituto del enseñante, no parece aportar gran cosa al proceso; más bien podría entorpecerlo en gran medida.

Volviendo a la importancia de las experiencias vivenciales tempranas, fundamentales para el infante en sus primeros años, la metodología en las etapas educativas iniciales es un pilar importantísimo para el desempeño escolar posterior.

En este sentido, cuando en un aula de Infantil Youtube sustituye las canciones cantadas por la maestra, y los cuentos son contados desde una pantalla, es tiempo de preocuparse y reflexionar. Las imágenes se mueven rápidamente y atrapan la atención del alumno y la alumna, coartando los momentos de pausa, de espera y de comunicación entre iguales. La información no siempre les es fácil de asimilar, porque el ritmo es rápido y la forma de transmisión es otra. Facilitan la autonomía y movilidad del docente en el aula, sobre todo si se está solo frente a un grupo numeroso y diverso, pero en muchas ocasiones deja al niño desvalido ante una información que sigue siendo unidireccional, y más ruidosa, entre otras muchas cosas. Para que la tecnología sea una herramienta, debe ir acompañada de la presencia y mediación del profesor, como cualquier otra metodología.

En el aula de infantil a la que nos referimos, la asamblea de inicio de la mañana y la del regreso del recreo son momentos ideales para ayudar a los pequeños a despedirse de la casa o del patio y ubicarse en el espacio aula. ¿Cómo estáis, qué ha pasado el fin de semana o el día de ayer? Es momento de compartir comentarios, quejas, alegrías y disgustos. Una oportunidad para estimular el lenguaje y la comunicación, la expresión y la escucha al otro; momento de cuentos, canciones y retahílas.

Sin embargo, en la realidad educativa actual hay una tendencia a adelantar adquisiciones competenciales para las que gran parte del alumnado aún no está preparado y a primar la lectoescritura y lo conceptual mucho antes del acceso a primaria. Ello suele conducir a que esta asamblea a la que nos referíamos se convierta en algo productivo, de acceso a contenidos con frecuencia escasamente motivadores para el grupo, en la que se espera que el protagonista del día sea capaz de “ejecutar una tarea”, en un escenario de examen oral: qué tiempo hace, qué día de la semana es, cuántos somos hoy en clase y escribe ese número en la pizarra…; de paso cuántos compañeros inician el nombre por la misma letra que tú… Un espacio valioso por sus posibilidades de enriquecimiento de la comunicación, la expresión libre y la escucha activa a la espera de turno, queda convertido en un momento de enunciación repetitiva, acierto-error, y pasividad por parte de los demás.

Y el tiempo para hablar de lo emocional, fundamental en la canalización de sus miedos, angustias, preocupaciones o alegrías, en el que trabajar los conflictos y sucesos del aula, es sustituido por un semáforo de colores: ¿Cómo te sientes hoy, rojo, amarillo o verde? Se les hace definir sus estados de ánimo a través de etiquetas emocionales de una manera para la que no están ni mucho menos madurativamente capacitados.

El aprendizaje en Infantil y primeros cursos de Primaria requiere del cuerpo y de colocar al menor como protagonista a través del conflicto cognitivo, de la acción y el trabajo colaborativo, a través de sus intereses y de situaciones reales, buscando y compartiendo indagaciones y hallazgos con los demás.

En la enseñanza en edades tempranas es fundamental partir primero de lo vivenciado por ellos, de lo que le es relevante, de lo global y multisensorial, de lo corporal y manipulativo, para luego incorporarlo, interiorizarlo y generalizarlo. En estos ciclos iniciales se debería seguir apostando por un trabajo a través de proyectos de investigación, talleres y juego por rincones.

Se trata de priorizar la creatividad por encima de la eficacia, para que el niño vea el aprendizaje como propio, y no como un producto acabado que depende del armazón de los padres que le ayudan en casa, del maestro o la maestra en el aula, o del profesional de apoyo en tantas ocasiones.

Los progenitores asumen como una tarea que les compete el ayudar a sus hijos en los deberes escolares, en la mayoría de las ocasiones; sin embargo muchos de ellos se sorprenden de la propuesta de contarles cuentos antes de ir a dormir, y la tendencia cada vez mayor es a ofrecerles pantallas o audio-cuentos. Parecen no confiar en la valía de la palabra propia como recurso de primer orden para el enriquecimiento emocional, comunicativo y social del menor: la transmisión de las historias familiares, el anecdotario familiar, las narraciones de los padres cuando eran hijos pasando por problemas parecidos..; todos estos relatos son de una valía incalculable. “Fondo de Memoria”, como lo denomina Piera Aulagnier, y nos recordaba Beatriz Janín en la jornada del Fórum Infancias Madrid de mayo de 2024.

Así también el cuento contado en el aula por la maestra permite la pausa, el cambio en el tono de voz, la asociación de una niña que tiene el mismo nombre que la protagonista, o a la que le ha ocurrido un suceso parecido… Permite que a este pequeño que aún no ha adquirido el lenguaje se le pueda gesticular enfáticamente con cara y manos para una mejor comprensión de la escena. Permite hablar de lo que le pasa a uno y otra, y meter en medio una canción que viene al caso. Les permite actuar, representar papeles… Les autoriza el movimiento.

Y si hablamos del juego en el aula, decía Norma Filidoro que este no es una mera técnica ni un medio para acceder al aprendizaje, sino que es algo constitutivo de la subjetividad del niño. El juego es hacer por hacer, sin una finalidad productiva. La regla central es que todo está permitido, porque no es de verdad, y todo es reversible. El niño elige el fin y no está obligado a nada. La escuela no debería olvidar la importancia de permitir este espacio por rincones, especialmente cuidados, en el aula (disfraces, plástica, cocinitas, vehículos, construcciones…). En uno de los colegios por los que pasé había un proyecto de Restauración en un aula de último curso de Infantil, que les hacía pasar por diferentes escenas en las que asumían roles variados de forma rotativa: vendedores, cocineros, cobradores, clientes… Se trabajaban muchas competencias a través de esta metodología, que además les encantaba y divertía.

Las pantallas como medio de conectar en niños desconectados.

Desde la pandemia es alarmante el aumento de casos diagnosticados de Trastorno del Espectro del Autismo, Retraso Madurativo, Trastorno Específico del Lenguaje, Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperatividad y con retrasos en el lenguaje, entre otros. Muchos de estos niños y niñas manejan móviles a edades bien tempranas, si bien tienen dificultades para usar la palabra como forma de conectar con los demás.

En el patio del colegio los niños y niñas juegan: saben que no hay móviles. Algunos corren sin parar, otros disputan, otros se sientan y hablan; hay muchos que conectan con otros hablando de video-juegos.

Para aquellos menores a los que les cuesta simbolizar, el móvil es la barita mágica; es difícil que alguno de ellos se resista a su atractivo. Suelen además dar muestras de habilidades sorprendentes para desenvolverse en su uso. Es como sumergirse en un mundo propio. Quizá como una forma de protegerse ante la presencia real de otros, ante los que puede angustiarse mucho, o bien sea el placer de hacer aparecer y desaparecer la imagen, dominando la escena.

A aquellos chicos y chicas con dificultades en la relación social el conocimiento técnico en el uso de los móviles sin duda les facilita manejar un argot que les permite encontrar puntos de conexión atractivos para los otros, como podría ser también el dominio de cuestiones futbolísticas, o de la actualidad musical; temáticas todas ellas que pueden hacerles interesantes ante los demás. El wasap parece menos estresante a la hora de mantener una conversación, y seguramente facilite la incorporación al grupo; sin duda algo sobre lo que pensar, así como acerca de la importancia de seguir desarrollando la creatividad para utilizar este recurso a favor del desarrollo simbólico y relacional del niño. Es todo un reto para los profesionales que trabajan con alumnos con escaso nivel de simbolización, y otras dificultades de aprendizaje, utilizarlo como una herramienta al servicio de la comunicación.

Parece quedar claro que no hay una única respuesta para un tema tan complejo, y ante los cambios que se van produciendo a cada vez más velocidad. Valga una reflexión personal final a modo de conclusión, y haciendo un símil con el ocio en las piscinas y playas, ahora que se acerca el verano: pantallas sí, pero aquellas en las que “se haga pie”, que no cubran; al menos hasta que aprendan a nadar.

Me voy a permitir terminar con un recuerdo de mi propia infancia: cuando mi madre estaba inspirada, nos mandaba a mí y a mis hermanas a la cama diciendo: ¡Ala, al cine de las sábanas blancas! Resaltemos la importancia de sacar sábanas blancas en casa, y también en la escuela, que inviten a soñar.

Albertina Galiano, Comisión de Educación de Fórum Infancias Madrid.
Psicóloga Clínica. Orientadora escolar en Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica (EOEP) y de Atención Temprana (EAT) de la Comunidad de Madrid.